martes, 31 de mayo de 2011

Proyectos

A menudo se nos llena la boca hablando de proyectos. Proyectos por aquí, proyectos por allá, por todas partes. Caemos con esto en el error, muy común, de prostituir el término hasta el absurdo. Proyectos que duran un día, que nacen y mueren con la misma facilidad que la cola de una lagartija, que lo son o no dependiendo del momento. Acabemos con esto. Cuando se habla de proyecto, se habla de futuro.

La carpeta del Madrid de basket estuvo demasiado tiempo olvidada en algún cajón de alguna parte del Bernabéu cogiendo polvo. Acumulando unos años de virtual inactividad realmente difíciles de sacudir y mucho más de justificar. Un día, cuyo clima no recuerdo, a alguien se le ocurrió sacar la carpeta del cajón y dársela a Ettore Messina, que pasaba por allí. El italiano se debió sentir como un auténtico arqueólogo examinando aquella extraña reliquia. A cada brochazo sacaba un poco más de polvo y descubría que lo que tenía entre manos debió ser algo extremadamente valioso en el pasado, aunque ese pasado parecía estar bastante alejado en el tiempo, pero no importaba. Aquella cosa iba a necesitar un trabajo de restauración de los gordos, pero poco a poco se puso con ello y aunque con algún tropezón en el camino y un par de rayajos, todo parecía tener forma de nuevo.

Un equipo insultantemente joven en manos de un entrenador insultantemente experimentado parecía ser una buena fórmula sobre la que desarrollar un proyecto mucho tiempo después. Las cosas marchaban, el equipo vencía poco a poco sus complejos, no todos, y acumulaba cada vez más credenciales que mostrar a los jefes una vez al año cuando estos se reúnen para poner cara de póker y mesar sus barbas, que diría aquel. Un proyecto embrionario, pero con embriones de la mejor calidad: Sergio Rodríguez, Sergio Llull, Carlos Suárez, Nikola Mirotic y Ante Tomic es una base de jugadores jóvenes con la que no cuenta nadie en Europa. Una joya que defender, pulir y explotar. Messina lo estaba haciendo.

Pero Messina se fue, entre causas que algún día sabremos, y los responsables del chiringuito se enfrentaban a una disyuntiva: seguir desarrollando el proyecto desde esa base, haciéndola crecer y ampliándola inevitablemente; o devolver la carpeta al cajón. De momento está en el cajón.

Algún iluminado en ese momento debió pensar que no hacen falta ingenieros para diseñar los coches, que no hacen falta conductores para conducir o que no hacen falta aviones para volar. Siguiendo esa lógica, dedujo también que no hacen falta entrenadores para entrenar, que los proyectos crecen por arte de magia sin nadie que los cuide. Durante año y medio, a todo el mundo en el club le había importado un comino lo que pasase o dejase de pasar en la sección, salvo a una persona que resultaba ser el dueño del banquillo. Desde la marcha de Messina, a todo el mundo en el club le sigue importando un comino lo que pase en la sección, y además el del banquillo es alquilado y sabe que está de paso. El resultado, ya lo vemos, es un desastre.

No culpo a Molin más que como responsable indirecto. El delito lo comete aquí el que lo pone, el que decide que la Final Four y el Play-Off se los puede jugar el Madrid, un Madrid embrionario, con un señor en el banquillo sin ninguna experiencia previa. Doctrina galáctica, pero sin galácticos.

Por supuesto, la base sigue ahí, el proyecto sigue existiendo, puede ser re-descubierto y vuelto a poner en marcha. Sin duda. Pero es urgente que no pase ni un solo segundo más en el cajón, que deje de acumular un polvo que ya empieza a hacer toser al habitual del lugar y que elimine de una vez la sombra amenazante del cerrojazo. Pensemos en futuro, que eso son los proyectos, y dejemos en paz al pasado. El presente nos lo hemos cargado solitos.

Confeti para Obradovic.

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