La Historia es caprichosa y cruel, tan cruel que a veces resulta incluso irónica. Un 16 de Abril de 1992, jueves para más señas, en Estambul se jugó la final de la Copa de Europa entre el Joventut de Badalona y el Partizán de Belgrado (más conocido aquel año como 'Partizán de Fuenlabrada', pues debido a la Guerra de los Balcanes, el equipo tuvo que disputar sus partidos de la primera fase en el pabellón Fernando Martín).
"Un triple desvanece el sueño dorado de la Penya" // El base Alexander Djordjevic dio la vuelta al marcador con un lanzamiento irrepetible en los últimos segundos y se lleva el título de campeón de la Liga Europea a Belgrado
Así reza el título de la crónica que firmó para Mundo Deportivo José Manuel Fernández el día después de aquella derrota que aún escuece y mucho en el corazón de los aficionados de la 'Penya'. Y posiblemente algo muy parecido sea lo que veamos mañana en los principales periódicos de nuestro país, quizá incluyendo alguna alusión al tema ese de 'la eñe' que tan de moda parece estar en el periodismo patrio.
Durante aquel partido, también fueron los serbios los que llevaron el timón del partido, los que mandaron en el marcador y obligaron a los españoles a una remontada épica para llegar a los últimos instantes con opciones de victoria. En aquella ocasión, el Joventut estaba dos arriba en el marcador y restaban por jugar 9 segundos, el balón le llegó a Djordjevic que atravesó toda la pista y desde siete metros se sacó de la manga un triple en carrera y a la remanguillé que puso el 70-71 a falta de tan sólo dos segundos. Dos segundos en los que, como hoy, nada pudieron hacer los españoles para darle la vuelta a la tortilla.
Y esque en el baloncesto y en la historia en general, soy de los que piensan que pocas cosas pasan por casualidad. Existe un componente genético que no entiende de táctica, de debates sobre si se debe o no se debe hacer falta, si se debe o no se debe defender, si el alto debe ir con el pequeño o si se tiene o no se tiene que cambiar en los bloqueos. Ese componente genético determina que si eres serbio tienes un 95% de posibilidades de meter ese triple sean cuales sean el resto de circunstancias. Aunque quede un segundo de posesión, estés a 9 metros del aro y con un tío de 2.06 delante de tus narices. Da igual, eres serbio, tu apellido acaba en -ic y las estrellas dicen que el balón entrará en el aro. Y limpio.
Teodosic comienza a fraguar una trayectoria de jugador especial, de los que cabalga a medio camino entre el odio y la admiración. Hoy el serbio es odiado en España y admirado en el resto del mundo, pero con el paso del tiempo lo que ha hecho hoy será admirado también por nosotros. Meter ese triple, en esa situación, desde ese lugar y tras haber hecho un 1 de 6 en triples en el resto del partido, es de genio, de genio absoluto. Decir aquí estoy yo y que se pare el mundo porque el resto no importa: yo tengo el balón, yo me la voy a jugar y yo la voy a meter. Punto final.
Bastante menos genial fue el planteamiento de la última jugada y bastantes de las cosas que han sucedido en la selección española de baloncesto antes y durante este Mundobasket de Turquía 2010. Pero eso será mañana, con más calma.
"Un triple desvanece el sueño dorado de la Penya" // El base Alexander Djordjevic dio la vuelta al marcador con un lanzamiento irrepetible en los últimos segundos y se lleva el título de campeón de la Liga Europea a Belgrado
Así reza el título de la crónica que firmó para Mundo Deportivo José Manuel Fernández el día después de aquella derrota que aún escuece y mucho en el corazón de los aficionados de la 'Penya'. Y posiblemente algo muy parecido sea lo que veamos mañana en los principales periódicos de nuestro país, quizá incluyendo alguna alusión al tema ese de 'la eñe' que tan de moda parece estar en el periodismo patrio.
Durante aquel partido, también fueron los serbios los que llevaron el timón del partido, los que mandaron en el marcador y obligaron a los españoles a una remontada épica para llegar a los últimos instantes con opciones de victoria. En aquella ocasión, el Joventut estaba dos arriba en el marcador y restaban por jugar 9 segundos, el balón le llegó a Djordjevic que atravesó toda la pista y desde siete metros se sacó de la manga un triple en carrera y a la remanguillé que puso el 70-71 a falta de tan sólo dos segundos. Dos segundos en los que, como hoy, nada pudieron hacer los españoles para darle la vuelta a la tortilla.
Y esque en el baloncesto y en la historia en general, soy de los que piensan que pocas cosas pasan por casualidad. Existe un componente genético que no entiende de táctica, de debates sobre si se debe o no se debe hacer falta, si se debe o no se debe defender, si el alto debe ir con el pequeño o si se tiene o no se tiene que cambiar en los bloqueos. Ese componente genético determina que si eres serbio tienes un 95% de posibilidades de meter ese triple sean cuales sean el resto de circunstancias. Aunque quede un segundo de posesión, estés a 9 metros del aro y con un tío de 2.06 delante de tus narices. Da igual, eres serbio, tu apellido acaba en -ic y las estrellas dicen que el balón entrará en el aro. Y limpio.
Teodosic comienza a fraguar una trayectoria de jugador especial, de los que cabalga a medio camino entre el odio y la admiración. Hoy el serbio es odiado en España y admirado en el resto del mundo, pero con el paso del tiempo lo que ha hecho hoy será admirado también por nosotros. Meter ese triple, en esa situación, desde ese lugar y tras haber hecho un 1 de 6 en triples en el resto del partido, es de genio, de genio absoluto. Decir aquí estoy yo y que se pare el mundo porque el resto no importa: yo tengo el balón, yo me la voy a jugar y yo la voy a meter. Punto final.
Bastante menos genial fue el planteamiento de la última jugada y bastantes de las cosas que han sucedido en la selección española de baloncesto antes y durante este Mundobasket de Turquía 2010. Pero eso será mañana, con más calma.
Confeti para Teodosic.
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