Martín Palermo nació para el mundo un 7 de Noviembre de 1973, o lo que es lo mismo: el día del próximo clásico ante River Plate, Martín cumplirá 37 años. Y para entonces vete tu a saber ya cuantos goles.
A día de hoy, el Titán ha marcado con la camiseta de Boca Juniors 227 goles, los tres últimos en una actuación magistral el pasado domingo en la victoria de Boca sobre Colón por 3-1. Y todavía el tipo terminaba el partido y le faltaba llorar cuando le dijo al periodista que lo entrevistó que "estaba disgustado por el penal que fallé, así soy yo". Así es Martín Palermo, un mito viviente que responde sobre el campo a todos los que año tras año lo quieren jubilar.
Martín Palermo es un modo de ver la vida. No es el más rápido, ni el más habil ni el más potente, quizás si sea el mejor cabeceador, pero de lo que no cabe duda es de que es el más querido. Y todo ello a pesar de haberse enfrentado a una carrera futbolística especialmente dura, pues sus inicios en Estudiantes fueron de todo menos plácidos y fue prácticamente la casualidad de un fisio convertido a entrenador la que le sacó del banco en el que llevaba 3 años y lo llevó a Boca Juniors.
En Boca se juntó con Bianchi y juntos hicieron de los xeneizes el club más laureado del mundo. Palermo hizo 91 tantos en 124 encuentros. En los primeros partidos Martín era villano y el público de La Bombonera lo castigaba con burlas; a partir de su gol a River en el Superclásico, comenzó a ser héroe. Hoy, el Titán ya es mito. Durante aquella época de Boca 'el Loco' le marcó el penalti con los dos pies a Platense, jugó aquel partido con Argentina frente a Colombia en el que falló tres penaltis, marcó gol con la rodilla rota frente a Colón y le hizo los dos goles al Real Madrid en la Copa Intercontinental. Lo ganó todo, y con todo ganado partió hacia España para consagrarse.
Aquí en España, la suerte le fue esquiva. Tuvo un comienzo prometedor en Villareal que se truncó cuando en la celebración de un gol, se le derrumbó sobre la pierna derecha un pequeño muro del Ciutat de Levante. Sólo podía ser Palermo. De ahí fue al Betis y de ahí al Alavés, todo para al final regresar a su verdadera casa, en 2004, con 31 años y muchas voces malintencionadas que daban su carrera por fracasada.
Desde entonces, Martín no ha hecho más que silenciarlos a todos ellos y tumbar records a ritmo de salsa. Nada más llegar, con Basile en el banquillo, Boca se hizo con el Apertura, la Copa Sudamericana y la Recopa. Al año siguiente Boca volvió a salir campeón en el Clausura y al siguiente se proclamó campeón de la Libertadores, y Palermo máximo goleador en el torneo local. A partir de ahí el equipo entró en recesión pero no el Titán, faro de los xeneizes en los momentos más bajos y referente único de un equipo por el que desfilaron millones de jugadores y cientos de entrenadores pero en el que una sola cosa no cambió: él.
Todo culminó la pasada temporada, o eso parecía, cuando Martín anotó el 219 con Boca y se proclamó máximo anotador en la historia del equipo. Pero el bueno del Procer (como le ha bautizado esta semana Olé) aún nos tenía más sorpresas preparadas. Volvió a la selección de la mano de Maradona y fue clave con su gol ante Perú para que Argentina estuviese en Sudáfrica. Y una vez en el Mundial, el primero que disputaba en su carrera, anotaba ante Grecia el gol que le convertía en el jugador argentino más veterano en marcar en una Copa del Mundo.
Ahora Palermo sigue siendo la referencia en el Boca de Borghi que parece que asoma la cabeza. Y si la asoma es en buena parte gracias a ese seguro que siempre estuvo y siempre estará preparado para marcar la diferencia y subrayar el compromiso en los momentos más difíciles. Gracias a Martin Palermo. Me pregunto cuanto dinero daría River Plate por un compromiso así en un momento tan difícil como el que atraviesa, al borde del descenso directo.
Confeti para el Titán.
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